A nadie le gusta que lo insulten a la cara. Mucho menos si es el dueño de casa. Toda la buena onda establecida entre brasileños y argentinos corre riesgo de naufragar si no se respetan los más elementales límites de la buena convivencia. El sábado a la noche se produjo el primer encontronazo, de tal intensidad que fue necesaria la intervención de la Policía. “No hay que exagerar, es una zona de bares en las que suelen producirse trifulcas cuando se bebe de más”, sostuvieron fuentes policiales. El mensaje apuntó a calmar los ánimos, pero es un antecedente para tener muy en cuenta.
La situación se desmadró cuando los brasileños empezaron a contestar los cantitos argentinos. Volaron botellazos, hubo algunos lastimados y también detenidos. Las imágenes se viralizaron desde la madrugada del viernes y es tema de conversación por estas horas. Fue en el barrio de Savassi, centro de la movida nocturna, con precios que están lejos de ser populares. ¿Qué pasará a medida que ambos seleccionados avancen en la Copa? La rivalidad necesariamente aflorará, a fin de cuentas es el clásico del continente. Ayer la escaramuza tuvo lugar en la tribuna del Mineirao. La seguridad sofocó velozmente la pelea antes de que se generalizara. Son chispas que van esparciéndose por un bosque.
Los hinchas argentinos no dejan de admirar lo bien que son tratados en Brasil. Los mineiros son campeones de la hospitalidad. A los visitantes les piden fotos, responden con la mejor actitud todas las preguntas y hasta les abren las puertas de su intimidad. Por prejuicios, o por tratarse de fútbol, muchos pensaban encontrar frialdad o recelo. Todo lo contrario, pero tampoco es cuestión de tirar de la cuerda. La Copa es sinónimo de paz, sería una lástima que semejante fundamento se torciera. Viene una prueba complicada: Porto Alegre, casi una ciudad fronteriza con nuestro país. Ante todo, la fiesta.